Los Aceites Perfumados en la Antigua Roma
El uso del perfume ha cruzado el curso de la historia, seduciendo a civilizaciones enteras. Los romanos heredaron el arte del perfume de los griegos y estos de los egipcios, mesopotámicos, sumerios y este conocimiento se pierde en los albores de los tiempos. Desde luego, su arte distaba mucho de lo que se practica hoy día, aunque existe un renacimiento del perfume antiguo al que estamos contribuyendo muchos.
En primer lugar, el perfume en Roma se introdujo como medicamento y en el culto religioso y luego fue incorporado como cosmético, en la higiene que marcaba un estatus social.
Los aceites perfumados en la Antigua Roma
Aunque el término perfume tiene su etimología en la perífrasis latina “per fumum” –del humo-, la antigua Roma hablaba de ungüentos o aceites perfumados en virtud de la composición de los aromáticos ungüentos hechos con pétalos de flores, especias e ingredientes originarios de Oriente próximo y lejano y de todo el Mediterráneo, como las polis griegas.
Como era de esperar, el uso de los aceites perfumados no era solo estético e higiénico, sino que los romanos habían aprendido a usarlos como medicamentos para curar enfermedades, prevenir epidemias y en contextos rituales religiosos. Los sacerdotes en los templos romanos seguían arrojando aceites perfumados y resinas sobre los incensarios para perfumar las estatuas de los dioses, el lugar sagrado y hacer que el humo alcanzase a la divinidad en sus ofrendas diarias para hacer peticiones y satisfacer a los dioses, tal como lo habían aprendido de otros pueblos.
Fuera de los templos, los aceites perfumados se usaron para tratar enfermedades, en la higiene diaria para limpiar el cuerpo. Las mujeres romanas se ungían el cuerpo y el cabello con los aceites perfumados, siguiendo la costumbre de las antiguas egipcias y griegas con sus conos elaborados con cera de abeja, flores y resinas. La clase pudiente de los Patricios usaba una mezcla de arcilla y aceite para lavar el cuerpo en los gimnasios, baños públicos y los que tuvieran, en sus propias casas, tras lo cual se ungían el cuerpo con los aceites perfumados e incluso en las termas había un lugar especial para hacerlo llamado Unctorium. A menudo se vertían aceites perfumados y vino al agua de las termas.
Donde no faltaban los aceites perfumados era en los banquetes y actividades festivas del pueblo romano. Los comensales se perfumaban generosamente y se añadía aceites perfumado al agua con la que se rociaban las mesas y los triclinios donde los invitados se recostaban. Tenían métodos de difusión realmente imaginativos, como bañar palomas en agua con aceites perfumados y soltarlas para que dispersaran el aroma de los perfumes sobre los invitados.
En los registros históricos ha quedado recogido el perfume favorito de César, al que le gustaba el Telinum, un aceite perfumado elaborado con una decocción de fenogreco, mejorana y trébol de olor. Según la leyenda, Nerón gastó cuatro millones de sestercios (unos 24 millones de euros) en una fiesta privada en su Domus Aurea (casa dorada), donde se derramó sobre los invitados una lluvia de pétalos de rosa empapados de su costoso perfume favorito. Plutarco relata en sus escritos cómo César hizo un festín de espárragos sazonados con un ungüento aromático en lugar de un simple aceite.
Gracias a la expansión militar del Imperio Romano (27 a.C- 476 d.C) llegaron a Roma las materias primas aromáticas y los aceites perfumados. Por este motivo, los primeros en usar los aceites perfumados fueron los soldados y mercaderes romanos que importaban los perfumes y sus diferentes aplicaciones. Con el tiempo, los romanos aprendieron el arte de la perfumería y elaboraron sus propios perfumes, aguas perfumadas, polvos perfumados e inciensos.
También usaron la técnica de soplado del vidrio para fabricar las botellas de perfumes y el precio del aceite perfumado aumentaba según el tipo de envase donde era guardado. Se han encontrado botellas de perfume romano de loza, arcilla, plata, bronce, oro y vidrio y a veces se añadían piedras preciosas. Las botellas tenían diferentes formas: esferas, con forma de palomas, cabezas de mujer, tubos, copas, peras u óvalos.
El gusto por el perfume llegó a todas las clases sociales, desde los y patricios hasta los plebeyos, y tanto los emperadores, las mujeres patricias y los soldados rociaban sus cuerpos, cabellos y ropas con las aceites aromáticos. También los plebeyos más pobres usaron perfume.
En cuanto a la elaboración de los aceites perfumados, se elaboraban con los ingredientes disponibles en cada momento, los cuales iban cambiando según los cargamentos que llegaban a los puertos, las cosechas, e incluso las tierras conquistadas.
El tipo de aceite, su refinamiento y pureza variaba de acuerdo con la clase social. El maestro del perfume era mayoritariamente masculino hasta que una gran difusión de los aromas entre libertos y plebeyos aumentó su popularidad también entre las mujeres.
Algunas fuentes históricas confirman que las mujeres también se dedicaban al arte del perfume, como se recoge en el fresco de la Casa dei Vettii (Pompeya) y un fresco en Villa Farnesiana (Roma).
A los puertos romanos llegaban las mercancías que habían viajado por las rutas comerciales de Oriente hasta Siria, Egipto, Etiopía y regiones del Mediterráneo. Rosas, granada, lavanda, membrillo, uvas, romero y albahaca eran las sustancias más usadas para elaborar los aceites perfumados, mientras que la canela, mirra, el incienso y resinas y raíces eran las más costosas pues debían ser importadas de tierras lejanas. Se inventaban historias fantásticas para justificar el precio de los perfumes, ¡como que para recoger la canela debían escalarse por acantilados donde el ave fénix la tenía en sus nidos! Las bases oleosas del perfume eran tanto el aceite de oliva, de almendras amargas y el zumo de uva aún verde.
El perfume más caro de la antigua Roma fue probablemente el “Regale Unguentum“. Según fuentes históricas, un día el Emperador Tiberio se quejó en el Senado de los impresionantes gastos en que Roma incurrió comprando estas sustancias aromáticas y exóticas, unos 100 millones de sestercios. Teniendo en cuenta que un sestertius romano equivalía a seis euros, podemos entender lo exclusivas que eran las fragancias. Tras la caída del Imperio Romano y el advenimiento del cristianismo, con su propósito de borrar toda conexión con las tradiciones paganas se detuvo el uso del perfume. Todo lo que tenía orígenes paganos fue rechazado. Pero debido al uso terapéutico original de las sustancias oleosas, volvió a ser una prerrogativa exclusiva de los más adinerados, quienes podían evaluar lo bueno y lo malo gracias a su “conocimiento. Habrá que esperar al florecimiento de la cultura de Al Andalus para que en Europa de vuelva a practicar el arte milenario de la perfumería. A partir de ese momento, el arte del perfume se ve enriquecido por la invención del alambique y la destilación al vapor. Sobre el 1200, durante las Cruzadas se vuelven a traer especias y aromas de la ruta de Oriente.
Teofrasto, Plinio y Dioscórides documentaron varias recetas de perfumes. Teofrasto menciona formas de colorear los aceites perfumados y ungüentos. El tinte utilizado para los perfumes rojos era alkannet de la planta Anchusa officinalis L (borraja), mientras que el dulce perfume de la mejorana se coloreaba con un tinte llamado “chroma (=color)”, una raíz importada de Siria. Según Teofrasto, la cantidad de materias primas combinadas estaba directamente relacionada con la calidad, la complejidad y el carácter distintivo del aroma producido. En los perfumes mixtos, el aroma deseado aparecía como resultado de la unión de todos los ingredientes en contraste con los perfumes en los que se buscaba un aroma dominante. Durante la producción de fórmulas mixtas se abría el recipiente durante el proceso de elaboración y se retiraba el elemento cuyo aroma dominaba, mientras se añadían dosis pequeñas de materiales menos dominantes. En todo el proceso de elaboración de los aromas compuestos, las especias utilizadas se humedecían con vino aromático. De esta manera, producían aromas con mayor duración debido al alcohol de la fermentación. Generalmente entre todos los aromas utilizados, el que se agregaba al final sería finalmente el más dominante.
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