El sempiterno significado del humo del incienso



En español, el término incienso hoy día se refiere tanto a la resina y su destilación de los distintas variedades de árboles de la familia Boswellia, género Burseraceae, como a la composición de una o varias resinas o plantas secas quemadas en forma de sahumerio para fumigar. En esta ocasión nos referiremos a esta segunda acepción del  incienso. 

El incienso es una combinación de especias aromáticas, hierbas y aceites que produce su fragancia más potente cuando se calienta o se quema. El uso de una composición de plantas y resinas tiene un origen tan remoto como la especie humana misma y la fumigación con su humo debió comenzarse tan pronto el fuego estuvo disponible.  La fumigación con incienso es, por ello, un atavismo. 

Todas las civilizaciones antiguas han quemado incienso para sus fumigaciones sagradas, desde el norte al sur, del este al oeste. Para el mundo occidental la referencia más cercana se encuentra en la Biblia, donde se menciona en el Antiguo y el Nuevo Testamento y donde adquiere connotaciones judías y  cristianas que proceden, sin embargo, de tradiciones milenarias muy anteriores.

El incienso que se usaba en el templo estaba hecho de onycha, gálbano e incienso; cualquier combinación que no sea esta no debía usarse para el culto, y esta combinación no debía usarse para ningún otro propósito profano. Cuando el sumo sacerdote entraba en el Sancta Santorum, debía poner dos puñados de incienso sobre las brasas del altar, e inmediatamente el aroma fragante inundaba la habitación cubriendo  el trono de Dios en el Arca de la Alianza con humo para evitar que el sacerdote mirara hacia el lugar divino. Sus sentidos del olfato y la vista se habían convertido en parte de la experiencia de adoración gracias al humo del incienso.

En todo el Antiguo Testamento, el incienso era una parte crucial de la adoración a Yahvé,  y  aquellos que lo quemaban de manera indigna eran severamente castigados (2 Crónicas 26:16-21). Como con la mayoría de los aspectos de la adoración del Antiguo Testamento, el incienso era un símbolo  de una realidad superior. Uno de los significados del aroma del incienso era el ser una correspondencia física de las oraciones del pueblo  dedicadas a la divinidad y que subían al cielo:

“Que mi oración sea aceptada como incienso de olor fragante en tu presencia. Que el alzar mis manos en oración sea aceptado como sacrificio vespertino” (Sal 141, 2).

El olor del incienso quemado simboliza las oraciones dirigidas a la divinidad. Este simbolismo aparece también en el libro del Apocalipsis, donde la realidad física del incienso es una metáfora de las oraciones: 

“El humo del incienso subía de la mano del ángel  junto con las oraciones del pueblo de Dios (a Dios)” (Apocalipsis 8:4).

El culto perpetuo a Dios en el cielo incluye el incienso como una imagen sensorial de la realidad interna de las vidas ofrecidas en devoción a Dios. 

Los sacerdotes tenían que quemar incienso en el Altar del Incienso dos veces al día, por la mañana y por la noche, y adicionalmente durante otras dos actividades dentro del Santasantórum: el encendido de las lámparas de oro y la colocación del pan de la proposición ( hogazas que se colocaban en dos montones o filas en una mesa especial en el Templo de Jerusalén. Doce piezas de pan de la proposición siempre se exhibían en presencia de Yahweh o Dios y se reemplazaban en sábado con un lote nuevo).

El Día de la Expiación era otra ocasión para el uso del incienso. Una vez al año, el sumo sacerdote ofrecía un sacrificio especial y traía un poco de su sangre e incienso en un incensario desde el Santasantórum.

El incienso era importante en muchas ceremonias religiosas. Las ceremonias y rituales del Antiguo Testamento no son una excepción. Al igual que los demás objetos sagrados del Tabernáculo, el Altar del Incienso y el incienso mismo tenían una función práctica y simbólica.

La función práctica del incienso era primero contrarrestar los olores que emanaban de los sacrificios animales. Los sacrificios ocurrían diariamente y, en el Día de la Expiación, durante todo el día, de modo que el olor habría sido bastante insoportable. Además, en el Día de la Expiación, el incienso que quemaba el Sumo Sacerdote tenía la función de prevenir la muerte del sacerdote cubriendo el Santasantórum para no ver la presencia divina directamente (Levítico 16:13).
La función simbólica del incienso es la oración. Tan solo el humo del incienso asciende hacia Dios, y el aroma agrada a la divinidad (Salmo 141:2; Apocalipsis 5:8; 8:4). 

Esta práctica ritual de quemar incienso para la comunicación espiritual no es desde luego exclusiva de judíos y cristianos en la actualidad. De hecho, el fenómeno de la globalización ha supuesto un nuevo sincretismo religioso en occidente, y, unido a la expansión de la aromaterapia, fitoterapia y medicina natural en general, muchas personas queman incienso en sus prácticas espirituales diarias reproduciendo el mismo sentimiento atávico de conexión con la divinidad. 

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