Anosmia: qué es, por qué ocurre y qué se puede hacer

¿Qué es el sentido del olfato?

El sentido del olfato es el que  nos permite percibir olores desde que estamos en el vientre de nuestra madre. Cuando esta función se ve alterada, podemos encontrarnos con un amplio espectro de condiciones:

La anosmia se refiere a la pérdida total de la función del olfato, por lo que no se pueden percibir los olores. La anosmia congénita ocurre cuando  el bebé nace sin el sentido del olfato. Es una afección rara que se presenta sola o en asociación con otros trastornos congénitos (por ejemplo, el síndrome de Kallmann y el síndrome de Charge).

La hiposmia es la reducción de la función olfativa, como  percibir los olores como menos “intensos” o que necesite una mayor concentración de olor para percibirlos.

La parosmia es la alteración de la percepción del olor. Los olores se vuelven “extraños” y huelen diferente. Por ejemplo, las flores huelen a jabón, el café se siente metálico, etc.

La cacosmia, es una forma de parosmia que se relaciona con  olores desagradables y repugnantes;  las cosas apestan y los alimentos y bebidas huelen mal sin razón aparente: la carne huele a basura, el café o las flores huelen a huevos podridos, etc.

La fantosmia se refiere a las alucinaciones olfativas y cuando se huelen olores que no están realmente a alrededor. Puede estar asociado también a episodios de aura antes de la migraña y al episodio convulsivo en la epilepsia.

El nervio trigémino tiene relevancia en el sentido del olfato ya que algunas ramas de este nervio se localizan en la nariz, en la lengua y en la cavidad oral transmitiendo sensaciones irritantes. Son las responsables de la “frescura” del mentol, la sensación de ardor de la guindilla (capsaicina) o la mostaza, etc. Aún tenindo anosmia o alteración del olfato es posible que se pueda percibir tales estímulos.

El sabor es atribuido normalmente  a la sensación de “gusto”, pero no lo es: es una percepción proveniente de la contribuición conjunta del olfato, del gusto y del trigémino, más sensaciones provenientes de texturas y temperatura de los alimentos y bebidas en la boca. Por eso, cuando no podemos oler bien tenemos la sensación de pérdida de sabor. El gusto es la sensación en la boca evocada por los saborizantes básicos: amargo, dulce, salado, agrio, umami/sabroso.

¿Por qué suceden las alteraciones del olfato?

Aparte de la anosmia congénita, las alteraciones del olfato pueden ocurrir por varias razones. En adultos, las más comunes se pueden dividir en tres subgrupos:

Infecciones virales (gripe, resfriados, etc.), inflamaciones, resfriados, rinosinusitis, pólipos, etc. En estos casos suele haber una combinación de factores, que son la oclusión de los conductos de aire en las fosas nasales (de un lado o de ambos), que  están total o parcialmente taponados por congestión, pólipos, etc., por lo que el aire y los olores no pueden llegar a los receptores olfativos.

Inflamación de la región olfativa. Los virus y los patógenos han dañado directamente las neuronas sensoriales olfativas u otras células en el epitelio olfativo, la región nasal que detecta los olores.

Traumatismo craneoencefálico, accidentes y lesiones que causan daño a los nervios olfatorios, la conexión entre el área olfativa de la nariz y el cerebro, o traumatismo cerebral que involucra áreas responsables del reconocimiento y la percepción del olor.

Además, las enfermedades neurodegenerativas, la enfermedad de Alzheimer y Parkinson, o la demencia, a menudo se presentan con pérdida o reducción del olfato, y también el envejecimiento presenta a menudo reducción del olor. A veces, antes o después de un período de anosmia, las personas experimentan episodios de parosmia o fantosmia. Es muy común después de infecciones virales, pero también puede ocurrir después de un traumatismo o una operación quirúrgica (extirpación de pólipos, etc.). Los científicos aún no pueden explicar completamente el fenómeno, pero sugieren que puede ocurrir cuando la región olfativa de la nariz se está regenerando y el proceso aún no se ha completado o es posible que los receptores olfativos no se hayan reemplazado correctamente, solo parcialmente, o que no se hayan reconectado correctamente a las áreas olfativas en el cerebro.

¿Qué hacer?

Las personas con trastornos del olfato y del gusto a menudo se sienten solas, encuentran dificultades para explicar los sentimientos y sensaciones, y encuentran poca información y orientación sobre qué hacer. Por eso, la primera acción para ayudar a los anósmicos es escucharlos, no minimizar su condición y apoyarlos en su búsqueda de ayuda.

Por el momento lamentablemente no existe una cura para la anosmia y la alteración del olfato. Dependiendo de cuál sea la causa de la alteración, la extensión de la lesión y otras condiciones clínicas el pronóstico puede variar.

En muchos casos, para la pérdida del olfato por inflamación u otras infecciones, se utiliza una terapia con antiinflamatorios y antibióticos, a veces es posible solucionar los problemas obstructivos con intervención quirúrgica, y en tales casos muchas veces se recupera el olfato.

En otras situaciones, la recuperación aún puede ser posible, pero es variable, generalmente requiere mucho tiempo (de semanas a meses, incluso años) y no siempre es predecible.

Aceptar y lidiar con los cambios sensoriales y alteraciones del olfato puede causar malestar, angustia, alteración en la conducta alimentaria y dolor emocional. En estos casos, el apoyo psicológico puede ayudar a afrontar y adaptarse a la nueva situación.

Si experimentas una reducción o un cambio en tu sentido del olfato durante más de tres semanas, los expertos sugieren visitar a un médico, posiblemente un otorrino que se especialice en olfato y gusto. Podrá realizar un examen adecuado y evaluar las necesidades específicas y los posibles tratamientos.

El entrenamiento olfativo además está teniendo resultados muy prometedores.  La comunidad científica ha recopilado algunas evidencias de que el entrenamiento olfativo podría ayudar a acelerar el proceso de recuperación en algunos casos, principalmente después de una infección viral y enfermedades similares. El entrenamiento olfativo no debe considerarse una cura, ya que no asegura la recuperación del olfato, sino una especie de fisioterapia para la nariz.

Según los científicos, la principal hipótesis sobre la eficacia del entrenamiento olfativo  es que los estímulos olfativos podrían promover localmente la regeneración de los receptores olfativos, mientras que en el cerebro podría ayudar a reforzar y “reconectar” la vía cognitiva que permite recordar y discriminar los olores.

El entrenamiento olfativo consiste en una rutina diaria oliendo 4 tipos de olores (por ejemplo: rosas, eucalipto, clavo, lima/limón) dos veces al día. Mientras hueles,  trata de visualizar la fuente del aroma (rosas, frutas, etc.) y llevar un registro y notas de tus sentimientos, sensaciones y cualquier progreso o percepción.

El entrenamiento debe durar al menos 4-6 semanas.

Nota: Según los científicos,  el origen y la fuente de los olores utilizados para el entrenamiento no son importantes. No hay evidencias científicas de que un olor específico o una procedencia marque alguna diferencia. Por lo general, se sugiere usar aceites esenciales  pero puedes comenzar con el olor que prefieras. Eso sí, si usas el aroma de un aceite esencial, un extracto CO2, un absoluto o simplemente la planta, flor, etc, entrarán en juego otros factorers muy importantes relacionados con  el aspecto bioenergético.

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Autor

María C. Ruiz

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